Ecce Homo

 Joserra Leza presenta en Ecce Homo sus otros “selfs” que quedaron tras el telón o fueron abortados en su trayectoria "artística". Unos aparecen con sutileza, otros como eructos iconoclastas, para confundir, extrañar o ironizar en presencia del público. El payaso melancólico, la presentadora de TV, el futbolista famoso, el psicoterapeuta, el actor deprimido, una ratita enjaulada y un ángel musical que lo  que  acompaña en esta procesión de personajes.  Suponen una transición de lo amable a lo vergonzoso u obsceno, lo que el público no querría ver en un escenario. Sus caldos de cultivo han sido el teatro coreográfico de Enrique Pardo y el laboratorio corporal con Guillermo Weickert.





Críticas:

15/11/2009 EL CORREO DE ANDALUCIA. CRITICA, TEATRO.
DOLORES GUERRERO 

ECCE HOMO * * *


TEATRO EL DUQUE- LA IMPERDIBLE. COMPAÑÍA JOSERRA LEZA IDEA Y TEXTOS JOSERRA LEZA ENRIQUE PARDO. DIRECCIÓN ENRIQUE PARDO. INTERPRETES JOSERRA LEZA Y BRENDA ARMENDIA-JASIO VELASCO

LECCIÓN TEATRAL

Irreverente, provocadora, inquietante y sumamente divertida. Son sólo algunos de los calificativos que se merece esta insólita comedia, un interesante y delicioso ejercicio con el que Joserra leza nos sumerge en las entrañas mismas del hecho teatral.
Para empezar, el actor, con absoluta indiferencia, nos recibe mientras se maquilla y aprovecha para ensayar algunos textos muy eruditos, aunque conocidos por todos. Con ellos elabora un discurso inquietante cargado de comicidad, ironía y desafío gracias a una posición que le permite establecer con el público un juego de cercanía acechante que se rompe de forma inesperada.
Y es que de buenas a primeras, el personaje inicial se ve envuelto en una serie de transformaciones singulares. Así, del payaso melancólico que nos castiga con el látigo de su indiferencia al principio, y su burla del teatro contemporáneo después, nos encontramos de pronto con una locutora travestida, tan histriónica como patética, que perfila una feroz critica a la banalidad y a la falsedad de la televisión.
Pero, al igual que el payaso la presentadora se convertirá en un deportista famoso, no menos patético y casposo, y éste, a su vez, se transformará en un curador de almas, un terapeuta desvergonzado y canalla que interactúa con el público con desvergüenza hasta sacarle sus mejores carcajadas.
La eficacia de la puesta en escena, a pesar de su sencillez, nos indica un absoluto dominio de las claves teatrales, tanto del director como del protagonista. En ese sentido cabe destacar las transiciones, que desgranan un sinfín de recursos dramáticos, y el juego de interacción, que consigue situar al espectador en el corazón mismo del relato para ofrecerle una auténtica lección de teatro.”